jueves, 30 de octubre de 2008

CURA ENRIQUE: "ABUSÉ DE DOS ACÓLITOS Y ESTOY ARREPENTIDO"l

Haciendo una investigación sobre crimen organizado en Honduras; obligadamente tenía que visitar el Centro Penal de Támara, ubicado a 30 kilómetros al norte de Tegucigalpa, de entrada tuve cierto temor ingresar al reclusorio, porque es de esos recintos en donde uno sabe que la ley del más fuerte es la ley del mejor pagador.
La primera recomendación de los guardias armados con escopetas calibre 12 milímetros y variedad de pistolas fue “no vaya a darle dinero a nadie, vamos a un área en la que hay impuesto de guerra”.
Vaya….dije yo, me he metido en la boca del lovo, “así es señor, vamos al pabellón Casa Blanca, ahí está la crema y nata del crimen organizado en su máxima expresión, ahí está Guardado Díaz, uno de los secuestradores más temidos y es el guanaco que usted busca”, dijo el custodio.
En esos días recién había ocurrido una masacre de 18 reos, los paísas mataron con machetes, cuchillos y punzones a ex pandillas, conocidos como pesetas, el múltiple crimen lo había ordenado “El Inmortal” en venganza por el homicidio del jefe de secuestradores, alias Chele Volqueta en el centro penal de San Pedro Sula.
Con todos esos antecedentes ingresé a Casa Blanca, pero cuando andaba en busca de Guardado Díaz, me encontró con un grupo de internos que estaban reunidos con un señor que vestía muy diferente a los demás, al verle con un crucifijo en el pecho y una pequeña Biblia en la mano, pensé que era uno de esos pastores evangélicos que acostumbran ingresar a las cárceles a predicar.
Pero estaba equivocado, era el cura Enrique, quien estaba también recluido en Támara purgando una condena de 15 años por violación en dos menores de edad.
Al verme conversando con los guardias y enterarse de que su historia me llamaba la atención, de inmediato suspendió el estudio bíblico y se dirigió a mi para preguntarme cual era el motivo de la visita.
Antes, me cuestionó y dijo “Ya me encontraron nuevamente los periodistas, la verdad no me interesa hablar con ninguna de ustedes, a mi la prensa hondureña me condenó antes que el juez”, a ese reclamó le respondí. “Señor yo no soy hondureño, soy periodista de El Salvador y en realidad vengo porque me interesa hablar con un interno, aunque ya que lo tengo aquí no es mala la idea conocer su historia”.
Al escuchar mi respuesta el cura Enrique, puso sus condiciones, primero dijo que ya no tenía nada que perder, y luego de una voz amenazante, sonrió diciendo; “está bien, hablemos, pero no quiero fotos, ni que publiques mi nombre completo, para vos y la gente soy el Padre Enrique.
Bueno, le dije, iniciemos, voy ir al grano. Por qué está aquí; inmediatamente comenzó a narrar su historia.
La verdad es que cometí no uno, si no varios errores y ahora estoy preso y todos mis privilegios quedaron de un lado, un día de esos, en los que uno pierde el control, llevé a uno de mis acólitos a visitar una comunidad para oficiar una misa, pero cuando regresábamos el vehículo se me apagó repentinamente y nos quedamos en una zona montañosa muy desolada.
Como ya era de noche, no pudimos hacer nada y tuve que pasar la noche en el carro junto a mi acólito, un niño de diez años, recuerdo que el pequeño comenzó a llorar porque le daba miedo, pero yo lo alenté y le dije que no se preocupara que Dios nos cuidaba, además que estaba conmigo y que yo lo quería mucho, con esas palabras el niño terminó durmiéndose sobre mi cuerpo, a mi también me dominó el sueño.
Pero quizás….unas tres horas después, yo desperté y mi acólito todavía estaba sobre mi y de repente no se que me pasó y comencé a excitarme, lo primero que se me vino a la mente fue todas las relaciones amorosas que había tenido con mi cocinera, una joven de 19 años con quien conviví por unos cuatro años, desde que ella tenía 15 y todo culminó cuando ella salió embarazada, sus padres se dieron cuenta y por no generar un escándalo en la parroquia decidieron callar e indujeron a mi chica a un aborto, algo que yo no quería pero, ellos dijeron que si me oponía iban a contar todo.
Entonces, ese día que estaba en el carro con mi acólito, comencé a desear mucho a esa chica, y no soporté el deseo y me confundí y comencé por acariciar al niño, lo besé y luego lo desnudé. Cuando lo comencé a besar el niño despertó y me dijo que lo dejara, que el me quería mucho igual que a su papá, a eso yo le respondí que también yo lo quería y que por eso lo iba hacer mío, pero que era un secreto solo de nosotros y que nadie podía saberlo.
El menor comenzó a temblar y llorar, entonces lo regañé y lo senté en mis piernas y cuando sentí ya lo había penetrado, se me olvidó todo en ese momento y me dejé llevar por mi deseo carnal, terminé violando al menor, ahora me arrepiento, Yo se que Dios me va perdonar por lo que hice, pero mi conciencia no está tranquila, porque después de eso me volví incontenible y terminé abusando de otro de mis acólitos. Soy abusador, lo he terminado de aceptar, pero lo único lo que más quiero, es que; esos dos niños me perdonen porque les arruiné su vida.